Recorriendo la vida, sufriendo sus consecuencias. Difícil es avanzar y saber que el lugar a donde te dirijas es el final.
En el camino entendí que debía aprovechar cada paso, que cada uno me hiciera feliz…o al menos la mayoría.
Decidí vivir dentro de un violín, bajo techo de cuerdas y tonadas angelicales, donde mi vecino sea la música y partituras sean las calles.
Do Re Mi serán mis visitas y la redondez del ritmo y su simetría nos acompañan.
Aquella música que desnuda el alma, que traga lo oscuro que devuelve el alba, esas tonadas que confunden al débil que no entiende nada de amor ni de llagas.
El violín es mi casa, pared de madera y lo sostiene con calma, un maestro dueño de la gracia que nunca se cansa de tocar trovas nuevas.
Aquí soy feliz, aquí sonrío a la vida, la música es mi amiga.
Ya no importa tanto la parca y su necrofilia pues la vida que vivo es la vida que quería.