La mitad de mi vida detrás de una partitura y delante de los más agudos, suaves, coloridos y majestuosos sonidos. Un deleite indescriptible en cada serie de notas, un placer memorable en cada clave escuchada.
El sonido ha sido mi mejor amante. Este viejo maestro siempre se acompañó de su amiga la música, tenía el poder de hacer con ella que el espíritu de muchos se alzara a lo sublime y llorara al oír sus lamentos.
Cada día escucho menos, porque envejecemos y nos desgastamos con el tiempo, porque simplemente la vida es así, aunque a veces le reprocho ¿Por qué privarme de este regalo tan maravilloso que me había dado? A mí, que de verdad lo necesito… muchos lo tienen y no escuchan, solo oyen.
Cada día crece el silencio en mi interior y escucho más fuerte la voz en mi mente.
Hoy, escucho menos que ayer, y no perderé mi tiempo hablando… escucharé tonadas mientras pueda, mientras la música bendita pueda hacerme feliz.